Romance y tango a la calle Conde del Asalto

Calle Conde del Asalto

puente de amor y quimeras.

Calle Conde del Asalto

Barrio Chino de leyenda.

Este romance aparece en un cancionero «exotérico» dedicado al genial humorista Llumas, aprox. primeros años 40 del siglo XX, impreso por la Imprenta Caridad del Paseo de San Francisco, 5, de Cartagena.

La calle Conde del Asalto fue conocida también como la calle Nueva y, ahora, por Nou de la Rambla. Durante el primer tercio del siglo XX fue conocida, sobre todo, por sus academias de baile y sus bares. Para saber algo más:

La calle que no dormía (por Francesc González Ledesma)

o en el blog La Barcelona de Méndez

o en este blog sobre la Barcelona antigua:

 Y, por último, también un tango dedicado a la calle Conde del Asalto, letra de Rossend Llurba y música de Rafael Iriarte (Rafael Yorio), cito de la web Hermanotango:

Calle Conde del Asalto, vía errante y milonguera

Del distrito más debute que hay en la condal ciudad,

Perdoná si este criollo con su verba arrabalera

Te descubre con un tango los secretos que encerrás.

De la Rambla al Paralelo en tu ambiente se adivina

Un afán desordenado que malgasta tu salud,

Y yo he visto en tus veredas, al pasar, más de una mina

Que pregona con sus lujos su carencia de virtud.

 Calle…

Por la fama de tu ambiente,

Te movés constantemente

Entre el vicio y el amor.

Calle…

Que conservás todavía,

La incesante algarabía

De tu pasado esplendor.

Eres…

Calle loca y pervertida,

Como una mujer querida

Imposible de olvidar.

Ahora…

Hasta el nombre te han cambiado,

Pero tu pinta ha quedado…

¡Nadie la podrá cambiar!

 Vos tenés, ¡Oh, calle rea!, la atractiva simpatía

De unos labios femeninos con su risa de cristal,

En tu afán de diversiones convertís la noche en día

Y cantás a todas horas la canción del bien y el mal.

Y vivís casi inconsciente, calle posta, enfarolada

Entre farras engañosas de tugurio y de burdel,

Aunque sufras de miseria, la escondés en tu morada

Y mostrás sólo a la vista, tu sonoro cascabel…

Fue grabado por Carmelita Aubert y Mario Visconti en 1932, en Barcelona.

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